Capítulo 87
Capitulo 87: Pedir Ayuda Siempre Tenía un Preclo
La pasante aún no habla abierto la boca cuando Luna, radiante de triunfo, entró y le entregó a Valentina una carta de renuncia.
-Valen, ¡felicidades! Has heredado con éxito la fortuna que tu madre te dejó. Hoy vine especialmente por nuestra amistad de años, para renunciar en persona.
-Ah, y sobre tu pregunta de dónde está todo el mundo, solo mira el correo electrónico de la empresa y lo sabrás. Content © copyrighted by NôvelDrama.Org.
Valentina abrió su correo. Una tras otra, las cartas de renuncia llenaban la pantalla.
-Todos en puestos clave han renunciado. Solo quedan estos pasantes, que no saben nada. Valentina, ¿cuánto crees que durará Starlight Joyas ahora? Jajaja…
-¿De verdad crees que mi tio quiso devolverte Starlight Joyas sinceramente?
La risa maliciosa de Luna llenó la habitación.
¿Qué importa si Valentina heredó Starlight Joyas? ¿Cuánto tiempo podría sostenerla por si sola?
Con una carcajada, Luna se marchó. La oficina, ahora un vasto vacío, solo contenía a unos pocos pasantes, mirando atónitos a Valentina. Se palpaba la sorpresa y la tensión en el aire.
Tras unos largos minutos, una sonrisa irónica asomó en los labios de Valentina.
Finalmente, marcó el número de Marc. Pensó que ya la habría bloqueado, pero para su sorpresa, la llamada conectó.
-¿Valen? ¿Por qué llamas tan temprano? ¿Sucede algo, mija?
La voz de Marc al otro lado del teléfono era cálida y preocupada, como la de un padre amoroso.
Valentina, con un escalofrio, apenas pudo hablar.
-¿Por qué?
La renuncia masiva en la empresa seguro había sido influenciada por Marc.
Marc guardó silencio por un momento, su voz aún suave.
-Valen, te he dicho que siempre puedes acudir a mi, no importa lo que pase.
Valentina guardó silencio. ¿Acudir a él siempre?
Ahora entendia el verdadero significado de esas palabras. Marc esperaba que ella le pidiera
+15 BONOS
Recordando el acuerdo que habia firmado para el ajuar de Aitana, Valentina esbozó una fría sonrisa y colgó el teléfono con ironía en su corazón.
El tiempo parecía detenerse. Los pasantes la miraban, sin atreverse a hacer el menor ruído.
De repente. Valentina miró hacia los demás, su sonrisa amarga.
Ya lo han visto, todos los demás han renunciado. ¡Si ustedes también quieren irse, pueden hacerlo!
Tras decir esto, Valentina se dio la vuelta y caminó hacia su oficina.
Su figura solitaria inspiraba una profunda compasión.
-Jefa, ¡yo no me voy! -de pronto, un joven habló.
Valentina, que ya estaba en la puerta, se detuvo sorprendida y se volvió hacia el joven.
El muchacho, de unos veinte años, tenía una sonrisa franca y radiante.
-No me voy, acabo de graduarme y no tengo mucha experiencia. Si a usted no le importa, puedo ayudar en lo que sea necesario en la empresa.
-¿Cómo te llamas? -Valentina esbozó una sonrisa.
-¡Dante Barrera!
Bien, puedes quedarte.
Valentina asintió y se giró para entrar a su oficina cuando otra voz timida se hizo oir.
-Jefa, yo también quiero quedarme, ¿puedo?
Era la misma pasante a la que Valentina habia consultado antes.
Con el cabello largo y un aspecto dulce, sus ojos brillantes carecían de confianza.
Al no recibir respuesta, la chica se puso nerviosa.
-Jefa… eh, he visto tus diseños para el concurso de joyería, siempre te he admirado y… quiero aprender contigo. Me… me llamo Giselle Quintana.
Giselle miraba fijamente a Valentina, sus ojos llenos de esperanza.
Esa esperanza era como una llama que disipaba el frio en el corazón de Valentina.
-Giselle, te quedas.
+15 BONOS
Valentina sintió una ola de emoción en su interior.
-Y yo también, quiero quedarme…
Yo tampoco me voy, ¿puedo quedarme?
-Me llamo Teodoro Escobar,
-Me llamo Rodrigo Velasco.
Las voces de otros dos se unieron.
El ambiente sombrio de la oficina se iluminó de repente como si un rayo de luz la hubiera
penetrado.
Valentina miro a los cuatro y sintió un fuego ardiente en su corazón.
-Todos se quedan. Mientras yo, Valentina Lancaster, esté aqui, jamás los defraudaré.