Capítulo 308
Capítulo 308
Capítulo308
-Abuelo, ¿cómo se siente en estos últimos días? Si no tete encuentras, asegúrate de decirmelo a
tiempo.
Alejandro se arrodilló junto a la silla de ruedas de Fernando. Levantó la cabeza y encontró la
mirada de su abuelo, mostrando los ojos claros y transparentes. -¿Por qué no vienes conmigo a
Villa del Mar? Alba y yo también podemos cuidar de ti.
-¿Por qué regresaría a ese lugar? Para ver la cara de tu padre y la maldita nuera, si antes podia
vivir hasta los cien años, ahora solo podría llegar a noventa.
Al pensar en Ema, a Fernando se le revolvió el estómago. -Hice un juramento, Alejandro. No
regresaré mientras Enrique no se divorcie. Estar aquí es suficiente para mí. El secreto de la
longevidad es evitar tener contacto con las cosas que te provocan molestia.
Alejandro sonrió irónicamente, sin saber qué hacer con su obstinado abuelo.
-Esta mansión solía ser el nido de amor del señor y la señora. El señor está dispuesto a quedarse
aquí porque siente la presencia de la señora en cada rincón. No desea dejar este lugar, -intervino
Adrián, entendiendo la situación.
-Adrián, creo que estoy volviéndome senil. A veces mi mente está confusa.
Fernando con su mirada perdida en dirección al jardín hablo. -Hubo una vez que vi a mi esposa cantando mientras regaba las flores en el jardín. Me sonrió cuando me acerqué…
-Señor Hernández, no está senil. La señora sin duda ha sentido su amor profundo y sabe que la
estuvo extrañando todos estos años. Por eso, no quiere dejar su lado y siempre lo acompaña, —
consoló suavemente Adrián.
–
Alejandro sintió un dolor en la garganta, lleno de culpa mientras bajaba la mirada.
Él conocía profundamente el fuerte amor entre su abuelo y su abuela. Habían sido una pareja
cariñosa, habían compartido una relación apasionada. Debido a eso, anhelaba que su propia
historia de amor fuera igual de hermosa y leal.
Por eso, había estado tan obsesionado con Beatriz, luchando por mantener su relación a pesar de los problemas evidentes. Sabía que algo andaba mal, que sus personalidades no encajaban y que él estaba sacrificando más para hacer funcionarla relación. Sin embargo, anhelaba el amor y temía el sentimiento de desperdiciar sus esfuerzos.
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Finalmente, había perdido de manera desastrosa y, en el proceso, incluso había herido a un
corazón brillante y genuino como un diamante.
-Abuelo, lo siento, -Alejandro parpadeó, su voz temblaba.
Fernando observó a su orgulloso nieto con la cabeza baja, y se compadeció de él. Suspiró y le dio
una palmada en el hombro.
-Alejandro, eres igual que yo cuando era joven, obsesivo y cabezota. Pero yo tuve suerte, amé a la
persona adecuada. Tú has tenido un poco menos de suerte. Pero al final, te diste cuenta y
rectificaste. ¡Es una gran noticia!
-Abuelo, yo…
-Y en realidad, yo también cometí un error. No debería haber presionado para que tú y ella estuvieran juntos. Un amor forzado no es bueno para ninguno. De aquí en adelante, persigan su propia felicidad. No puedo seguir forzando a nadie a estar con alguien que no la ama, agregó
Fernando con seriedad.
-Adrián, prepara una lista para mí. Reúne a los jóvenes empresarios y talentos prometedores de
nuestra ciudad de México que sean adecuados para Irene. Como tengo tiempo libre, la llevaré a
conocer a algunos. Aunque Clara esté divorciada, no puedo permitir que eso obstaculice su futuro. ¡
Si no, no puedo morir en paz!
-¿¿Qué? ¿Qué? Sí, como mande usted Señor Hernández, -Adrián respondió confundido.
Mientras Alejandro escuchaba estas palabras, la imagen de Pol entregándole una rosa a Clara bajo
el sol poniente volvió a su mente. Apretó el puño con fuerza, sintiendo una mezcla de dolor y
tristeza que parecía llenar su pecho.
Después de charlar un rato más con su abuelo, Alejandro se marchó en su coche.
-Señor Hernández, usted siempre deseó que los señoritos Pérez estuvieran juntos. ¿Por qué
ahora… está planeando presentarle a alguien nuevo a la señorita Pérez? -Preguntó Adrián,
desconcertado.
-Conozco a mi nieto mejor que nadie. Si lo presiono para que vuelva con ella, de seguro, no lo
escuchará, respondió Fernando, con una mirada astuta en sus ojos, sonriendo.
-Algunos hombres, por naturaleza, son posesivos y les gusta conquistar lo que se está perdiendo. Belongs to (N)ôvel/Drama.Org.
entender quién es la persona que realmente quieren.